viernes, 13 de enero de 2012

copo



     El mar se desbarranca sin antología. En shock
     rueda su lomo buscando pechos de litoral en vías de desarrollo
     El centro del ruido escarcha una bomba invisible con
     aleteos de rocas sobre la capital del adormecimiento
     Despertamos a medias, miedo en mano y el verano
     tarrajeado en el baño, como orando
     e hilos de nieve en paracaídas desde todos los cabellos del cielo


     Cada quien sus ojos por las ventanas correteados por una carraspera de orejas
     La ciudad levanta el brazo con manifiesto varonil (algunos ríen)
     Se destituyen la paz y los semáforos
     El susto jirón por jirón sacude su capa y da de baja a los guachimanes
     La convulsión tiene una Gillette en la boca. El ser humano tiembla


 
       Lima, hora y cuarenta y cuarto, entre trinos de seámoslo siempre   
     su brazo de tránsito olivo opone una factura 
     o boleta. Todos corren, pantalones, camisetas con sus números que florecen
     cuadrados en el instante del tumulto. La licuadora escapa sin funda
     Las rejas se doblegan y se vuelven trancas de agua hirviendo
     En pleno trayecto: papá, esta nieve tú la has traído, verdad?
     El suelo ancla hasta el pucho del mar, hace una maroma, quizá lo engaña,
     le rumorea y como enterrándole siglos de cicatrices
     boquea su orilla: no te asustes, no te duermas


     Un poco de copo de nieve nueva. Las pestañas sin equipaje han remado tanto…
     La luna pende de un mástil enchapado de arena blanca movediza
     Caemos, desde nuestro sueño
     que huye desnudo por la alcantarilla humeante. El mar resignado
     y sin cabellos
     escribe nuestro shock.


     A la hora del desayuno, Montréal se despedaza
     en dos millones de granizos y sus habitantes
     sueñan tomarse el día 


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